lunes, 17 de enero de 2011

"Marica, dígame cuánto es y yo se los pago ¬¬"


Dicen que la pluma es mucho más poderosa que la espada. A mi parecer, no seria la pluma, si no más bien lo que con ella puede expresarse, la palabra, y en este caso, para mi infortunio, la palabra escrita.


"... Dígame cuanto es..."

Mucho, no hay manera de pagar un sentimiento, un símbolo en el cuál se creía, o se cree. Una cosa es el precio de un objeto, y otra muy distinta su valor. Una tarjeta de cartulina mal recortada coloreada con crayones y escrita con la peor letra que se pueda imaginar, en donde a penas se distingue un TE QUIERO MAMÁ no costará más allá de 500 pesos, siendo optimistas en encontrar un trozo de cartulina de ese precio, pero el valor emocional que ésta implica es, al menos así lo creo, incalculable para la madre que la recibe de su hijo el día de su cumpleaños.

O para tener un ejemplo más mundano, el anillo de bodas con el que Homero Simpson le propuso matrimonio a Marge era un anillo de cebolla frito. Una cebolla cuesta 300 pesos colombianos, y el aceite para fritarla no sube el costo a más de 1000 pesos, pero su significado es lo que le da un valor que conmueve a quien cree en el amor, y lleva a decir SI ACEPTO por más burdo que el objeto pueda ser.

"...yo le pago..."

Es demasiado tarde el ofrecer resarcir un "daño" o una mala inversión cuando el dinero no sopesa el valor de los actos que preceden ciertos sucesos, sucesos que te embarran el espíritu con decepción, tristeza y obligan a tu mente a sentir una avalancha de sentimientos tan contradictorios cómo el odio y el amor.

Entiendo que tengo una leve dificultad para no evitar tomarme en serio y literalmente lo que se me escribe, pero las palabras no mienten. Así que el dolor que causan en mi, es tan real como su significado, y deshacer ese sentimiento, es tan improbable de hacer como improbable de detener una flecha lanzada, una palabra proferida o nuestra segura muerte.

El tiempo lo cura todo, dicen, pero en ocasiones olvidamos que éste, al ser perfecto, no tiene ningún afán en llegar a nosotros y traer consigo tan anhelada cura.

Disculpar es fácil, es simplemente descargar de una culpa a alguien, y en muchos casos se dice para dar un alivio pasajero a una situación incómoda, perdonar es más difícil, pues es recordar el agravio sin resentimiento alguno, y de ésta manera, solo espero que Dios por cualquier medio, así sea por el tiempo en sí, me permita perdonar a quien o quienes hoy producen ésta ráfaga de sentimientos en mi ser, pues la voluntad la tengo, pero por ahora, no la fuerza.


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